viernes, 13 de diciembre de 2013

La fábrica de imbéciles

Mirad a este niño, ahí sentado en su carricoche. Parece un poco crecido, pero si está en un carricoche, será por algún motivo, ¿no?



Pobre niño. Se me ocurre que debe de provenir de algún país en guerra, que ha quedado mutilado y por eso necesita que lo lleven a todas partes en cochecito. O tal vez el pobre acaba de caminar veinte kilómetros para traer agua a su casa y necesita sentarse un rato. Puede ser incluso que el niño tenga algún tipo de parálisis y necesite ayuda para trasladarse.

Puede ser, ¿no? Pues no. Ese niño lo fotografié en Madrid hace poco, y estaba perfectamente sano. Es uno de los tantos niños crecidísimos sentados en su carricoche que me cruzo todos los días por la ciudad. Son niños que apenas caben en la silla, pero que aún con tres, cuatro, cinco e incluso más años, sus padres los siguen llevando en carrito.

Esos niños que están perfectamente sanos y que sus padres siguen llevándolos representan lo que más odio en este país: la anulación de unos niños que están creciendo siendo transportados a todas partes sin mover un solo músculo. ¡Y ellos encantados, lógicamente! ¿Quién es capaz de quejarse cuando le dan todo hecho?

Para sus padres lo más cómodo será seguir llevándoles en carricoche hasta que vayan a la universidad, porque en sus carritos tienen todo un despliegue logístico de chuches por si acaso, abrigos por si acaso, zumos por si acaso, zapatillas deportivas por si acaso... y además, pueden caminar a la velocidad que quieran sin que el niño les retrase.

Porque un niño que camina es un niño curioso. Es un niño que se para a contar los pétalos de una flor, que sigue el rastro de una hilera de hormigas. Es un niño que aprende a enfrentarse a las cosas, que se relaciona con el medio y que, en definitiva, sale de su zona de confort. Pero esos padres no parecen estar dispuestos a pagar el precio de caminar más lento a cambio de tener un hijo con inquietudes por la vida.

Por eso, la actitud sobreprotectora de la gran mayoría de padres españoles está creando hordas de futuros imbéciles que habrán crecido con la vida resuelta, sin ni siquiera la necesidad de caminar, porque ya tuvieron unos padres que les llevaban a todas partes.

Odio que esos padres estén fabricando una generación de imbéciles que no podrán luchar contra las injusticias. O bien estos niños no lo necesitarán porque ya tienen su vida resuelta desde que nacieron (y esta educación es consecuencia del egoísmo de sus padres), o bien no sabrán luchar porque no crecieron aprendiendo que cada camino requiere un primer paso.

Conforme me hago mayor, mis ganas de luchar por una sociedad más justa decrecen al mismo ritmo que el número de años que me quedan por vivir. Pero si tengo que confiar en esta generación de niños cuyos padres les siguen paseando en cochecito sin necesitarlo, me da que el camino de la recuperación, si es que existe tal cosa, aún es muy largo.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Esta foto me ha costado mi puesto de trabajo

Mirad esta foto. Se trata del llamado "Faro Les Éclaireurs", popularmente conocido como el "Faro del fin del mundo", en la punta sur de Ushuaia, Argentina. Hacer esta foto me ha costado mi puesto de trabajo.


Vale, lo sé. Suena dramático. Pero si os cuento qué hay detrás de esta afirmación, veréis que no es tan descabellada. Antes, os pongo en antecedentes: yo trabajé en una empresa entre 2008 y 2011, el año que decidí dejar voluntariamente ese trabajo para emprender durante casi un año el viaje que muchos conoceréis. A los seis meses de volver, me ofrecieron reincorporarme a mi puesto, probablemente motivados por mi demostrada competencia durante la etapa anterior.

En esta etapa ha sido todo diferente. La crisis ha obligado a unos recortes de personal que durante este año han afectado a varios empleados, entre ellos yo. Así pues, el jueves pasado, decidieron terminar mi contrato, o sea, despedirme.

Vaya por delante que no hay rencor, en absoluto. Esta empresa me ha permitido crecer profesional y personalmente en muchos aspectos, y conocer a muchas personas que hoy llamo amigos. La reflexión que creo que merece la pena sacar es la siguiente: alguien me insinuó que si no me hubiera ido de viaje, ahora tendría una antigüedad tal que hubiera sido inmune al despido.

Y tenía razón: si no me hubiera ido de viaje, posiblemente hubiera estado en el grupo de los "caros de despedir". Pero tampoco hubiera vivido nada de lo que viví en aquel viaje épico. No cambiaría los paisajes, los abrazos, la libertad, las penas, las pasiones, no saber dónde dormir cada día, la fiebre delirante que sufrí en Chiapas, el miedo que pasé en Managua, la sonrisa de Adriana cuando jugaba con ella en aquel hospital de Bolivia, la visión de despertarme entre moáis en la Isla de Pascua... no cambiaría nada por una supuesta inmunidad a un despido. Yo he elegido viajar como un modo de vida, no como la idea de "desplazarse de un lugar a otro".

El sistema actual promueve la cultura del miedo, la cultura del "no se te ocurra abandonar tu zona de confort". Así que para mí, esto es muy fácil: ¿es tranquilizador saberse inmune a un despido solo porque eres caro de despedir? ¿Compensa dejar de cumplir un sueño por una supuesta (e ilusoria) estabilidad? Rotundamente no. Yo apuesto por una vida apasionada, y ya saldré adelante como sea. Sé que todo va a ir bien, no es el fin del mundo.


miércoles, 30 de octubre de 2013

20 años de Pesadilla

Hace 20 años, en 1993, se estrenó en EE.UU. la película que marcó mi vida de adolescente y en adelante: "Pesadilla antes de Navidad de Tim Burton", dirigida por Henry Selick. Esta obra maestra tardó cuatro años en completarse. Es decir, que si "Batman" se estrenó en 1989, lo primero que hizo Tim al cosechar el éxito de aquella fue ponerse manos a la obra con "Pesadilla antes de Navidad". Ojito.



En España aún tuvimos que esperar un año para verla, porque era la época en que los blockbusters de la resurgida Disney se estrenaban en EE.UU. en verano, y en España en Navidad ("La Sirenita", "La Bella y la Bestia"...) Esta película, además, se estrenó en Halloween, y aunque hubieran puesto a funcionar la maquinaria logística para estrenarla un mes y medio después en el extranjero, lo cierto es que había mucha desconfianza antes de estrenarla.

Lógico. Poneos en situación: ¿cómo podrían ser los resultados de taquilla de un musical de animación fotograma a fotograma, que retrata un macabro universo, donde el icono Santa Claus es secuestrado y sometido a vejaciones? Disney no quiso arriesgarse con un gran estreno nacional (no digamos ya mundial), y la película fue estrenada en unas pocas salas, hasta que se produjo el inesperado bum.

Resultó que la película funcionó en taquilla y tuvo una gran repercusión cultural. Y de qué manera. Hordas de chavales, hoy día, siguen exhibiendo sudaderas negras con la calavera de Jack Skellington, colocándola casi al mismo nivel que otras tan icónicas como la del Che o la de The Ramones. Tan solo basta darse un paseo por Plaza de España un domingo por la tarde para ver a chicos que nunca han pagado en pesetas, pero que ya han hecho suyos estos símbolos.


En mi caso, antes incluso de ver la película en cine (estrenada junto con los cortos "Frankenweenie" y "Vincent"), pasé casi un año muriéndome por verla. Cuando por fin sucedió, fui absorbido inexorablemente hacia su universo, como el propio Jack cayendo hacia la espiral del mundo de la Navidad.

Mi Skellingtonmanía también generó hambre de iconos, que mi imaginación sació con los medios de que disponíamos en los 90: me disfracé de Jack en Carnaval, memoricé cada frase de la película, conocí cada nota de la injustamente no oscarizada banda sonora de Danny Elfman, llegué a coleccionar VHSs de la peli en diversos idiomas, me hice una gorra, me serigrafié una camiseta... Al menos una vez al mes, durante años, tenía algún tipo de contacto cultural con la película.

Años después, el destino me volvió a acercar de forma directa con "Pesadilla antes de Navidad de Tim Burton". Era 2007, el casi-año que viví en Nueva York. La película se reestrenaba en 3D en unas pocas salas. Unos pocos nostálgicos, frikis y curiosos por el 3D nos acercamos allí. Era la primera vez que veía una peli en 3D, y justo tenía que ser esta. La verdad sea dicha, se notaba que no era una película concebida en 3D, y había algunos cortes demasiado evidentes entre distintos planos de profundidad, pero ¿qué importaba? Estaba de nuevo en una butaca de cine, viendo la película que ha marcado mi vida.

viernes, 4 de octubre de 2013

Las lágrimas de Elvira

¿Cuántos tipos de lágrimas eres capaz de diferenciar? De felicidad, de pena, de rabia, de alivio... Seguramente tú tienes tu propia lista, que cambiará según los motivos que la vida te haya dado para llorar.

Quien también tendrá su lista es Elvira Fernández, la mujer de Mariano Rajoy. Como cualquier ser humano, Elvira habrá tenido sus momentos en la vida para llorar, pero a mí me vienen a la mente dos escenas que tuvieron lugar en los últimos años. Ambas han quedado registradas para la posteridad.

La primera escena sucedió el 9 de marzo de 2008. Una Elvira compungida lloraba en el balcón de Génova para tratar de diluir la derrota de Rajoy en las urnas. Probablemente pensó que aquella sí que sí, que ya le tocaba a su marido ser presidente, pero que inexplicablemente volvía a ganar aquel tipejo con las cejas raras y que no hacía más que hablar de leyes antitabaco, de dependencia, de matrimonios gays, de igualdad de género, de violencia machista, de memoria histórica o de libertad religiosa.

FOTOS: Gorka Lejarcegi / AP

La segunda ocasión también está ampliamente documentada. Fue el 20 de noviembre de 2011. Aquí la situación se invertía: Rajoy celebraba su victoria en las elecciones generales sobre aquel tipejo que no hablaba de nada, y se hacía con el despacho ojal de la Casa Moncloa, superando incluso los resultados de un tal Aznar. Elvira, vestida de verde esperanza, lloraba, aunque no sé exactamente si de emoción por el triunfo, de alivio por dejar atrás tanta derrota, por la pereza de tener que mudarse, o de nervios ante lo que suponía una legislatura envenenada como la que se le avecinaba a MR.

Casi dos años después de aquellas lágrimas, daría lo que fuera por escuchar las conversaciones en la cama antes de dormir del matrimonio Rajoy-Fernández. ¿Qué comentarán al saber que más de 2.300 personas al día se quedan sin cobertura sanitaria? ¿O que hoy, tal vez, se ha suicidado otra persona desahuciada de su casa? ¿Se darán las buenas noches con un "Hasta mañana, si Dios quiere"?

Se me ocurren otros motivos por los que a Elvira podrían saltársele las lágrimas: palpando el pesimismo social por la gestión de su marido, leyendo la definición de la palabra "chorizo" junto a la foto de su cónyuge en el "Economist", o comprobando cómo la huelga vuelve a ser la única arma para un pueblo que ve cómo la educación de calidad comienza a ser inaccesible. Me imagino incluso a Elvira contestando el teléfono de casa, y resulta que al otro lado de la línea está ese tal Aznar preguntando cómo va lo de Adelson y tal, mientras Elvira le pasa a su marido el teléfono diciendo: "Mariano, es para ti, es el presidente".

Hoy, la España de Mariano Rajoy es la España heredada de su propia gestión. Dos años después, ya no podemos hablar de la herencia socialista. La estrategia de alquitranar la gestión del anterior gobierno ha acabado salpicando y manchando el suyo propio (aunque él solo vea hilillos), así como el futuro de miles de jóvenes y no tan jóvenes que tienen que emigrar para, no ya demostrar lo que valen, sino ganarse la vida. Ya, ni los toreros ni las flamencas nos granjean amistades en el extranjero.

Elvira, ahora te hablo a ti, que seguro que tienes mano izquierda con Mariano. Háblale y dile que salga a la calle, que gobierne para nosotros y no para una troika que con la excusa de la crisis está convirtiendo en jabón nuestros derechos sociales para sanear los bancos. Dile que aquella niña ya es mayorcita, pero que probablemente no se atreverá a soñar con tener un hijo porque se niega a hipotecar su educación antes incluso de que tenga que emigrar para pagársela. Estamos perdiendo el sueño, los sueños, y eso sí que es para llorar.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Amanecer

Tras la larga entrada anterior, que sirvió como "lectura de verano", os cuento que ya he encontrado piso. Cumple casi todos los requisitos que pedía, aunque no cumple otros que no imaginaba que pudieran importarme. Estoy muy contento, ha sido una larga y dura búsqueda.

De mi anterior piso me quedan muchos recuerdos. Entre ellos, siempre destacarán los maravillosos amaneceres que veía desde mi ventana. Aquí os dejo uno de los últimos que vi:


domingo, 4 de agosto de 2013

¿Dónde te escondes, maldito piso?

Siempre me ha resultado fácil encontrar piso en Madrid, porque, ahora que lo pienso, nunca he tenido que buscar piso. Ahora que lo estoy teniendo que buscar, uno se encuentra de todo.


Antes de nada, os cuento resumidamente mi historia con los pisos en esta ciudad. Y es que las circunstancias siempre propiciaron que el piso me encontrara a mí. En estos 10 años que llevo en Madrid, he llegado a los pisos en los que he vivido por motivos ajenos a mi voluntad:

  • El primero me llegó por un conocido de un amigo de Murcia, que dejaba piso en Madrid.
  • El segundo, harto de la convivencia en el anterior piso, me llegó por un anuncio que vio una amiga por la calle, donde buscaban compañero de piso.
  • El tercero me esperaba a mi regreso de NY.
  • El cuarto fue algo providencial. Me encontré con un amigo justo cuando iba a ver un zulo y ahí me quedé, solo porque ese amigo vivía en ese barrio.
  • El quinto fue por casualidad: salí del zulo y vi abierto el piso contiguo, exterior, gigantesco, luminoso. Allí estaba la casera. Pedía solo 100 € más. Mudanza fácil, de puerta a puerta.
  • El sexto fue concertado antes de volver de mi viaje por Latinoamérica.
  • El séptimo: véase apartado "El segundo".

Ahora me enfrento a mi primera búsqueda real de piso. Os cuento un poco lo que busco:

  • Zona Lavapiés. Esto es imprescindible. Como siempre digo, "Madrid me mata, Lavapiés me devuelve la vida". He rechazado pisazos baratísimos a dos calles de Lavapiés.
  • Exterior de balcón. Por el punto anterior, necesito estar conectado con el barrio. Que me pueda llamar un amigo desde la calle para bajar a tomar cañas. No me sirve cualquier palomar interior o muy elevado.
  • Suelo de tarima/parqué, etc. Esta característica podría ser prescindible... no así la siguiente...
  • Sin gotelé en las paredes. MUERTE AL GOTELÉ. Aún se debe de estar partiendo de risa el que inventó el gotelé. La peor broma de los hogares españoles de los setenta desde las lámparas de lava. En serio, soy el único que odia el gotelé, o soy un poco tripofóbico?
  • Puestos a pedir: calefacción, aire acondicionado, gas ciudad, determinada orientación, ubicado en determinada calle (unas me gustan más que otras...)

¿Soy ambicioso? Depende. Lo soy en la medida de que no hay una gran oferta de pisos así. Así que probablemente me tocará renunciar a alguno de esos básicos antes del 1 de septiembre, fecha en la que ya tengo que estar durmiendo bajo mi nuevo techo.

¿Y qué me estoy encontrando? Pues todo un despliegue de eufemismos para describir pisos, ya sea en las típicas webs de alquiler, o apatrullando Lavapiés buscando carteles en las puertas de las fincas. Algunos de los eufemismos más destacables y su interpretación serían estos:

  • "Precioso ático." Ático = Frío gélido en invierno + Calor achicharrante en verano + zonas inaccesibles si no eres originario de la Comarca, en la Tierra Media. Estos días me han llegado a enseñar áticos a las 21:00 y aún así sudar la gota gorda.
  • "Zona inmejorable de Madrid." Hombre, si estoy buscando piso en este barrio es por algo. Es como intentar venderle la moto a un mecánico.
  • "Para entrar a vivir ya." = "Estoy con el agua al cuello y necesito un inquilino aunque me pague en rupias".
  • "Piso interior pero muy luminoso." Que sí, que sí. Que tu piso solo tiene un ventanuco inaccesible pero que ilumina toda la casa como un Patronus.
  • "Finca con gente trabajadora." = "Si eres extranjero, ni te molestes en llamar. Argentinos robanovias tampoco" (Lo primero me lo han dicho algunos caseros literalmente, ¿eh? Lo segundo lo he añadido yo. Muerte a los argentinos robanovias).
  • "Finca con ascensor." Ahí sí. Aunque sea un ataúd de dos palmos por cuatro, si cabe en el hueco de la escalera, se considera ascensor. Y eso es un lujo en este barrio.
  • "Ideal para parejas o para una persona sola." = "Más vale que os queráis mucho porque vais a estar más apretaos que Shin Chan en la fiesta de la espuma".

Luego están las condiciones que piden para alquilártelo:

  • Fianza. El clásico. Varía entre uno y dos meses. Solo cubre, en teoría, daños estructurales al dejar el piso.
  • Aval. Ya no se pide aval. ¿Y por qué? Porque es un coñazo de papeleo que gestionas con el banco, y al que el casero no tiene acceso. ¿Entonces, qué se han inventado? Ni más ni menos que...
  • Garantía. Es el equivalente al aval, solo que el casero se lo guarda bajo el colchón. Así no tienen que entregarlo a un banco y pueden disponer de él cuando quieren. Lo mismo, ni declaran el piso a Hacienda.
  • Nóminas. Suelen ser las tres últimas nóminas, algo que no entiendo demasiado. ¿No les vale la última? Pero bueno, estamos en el año 2013, en la España azotada por la crisis (y lo que queda), así que ¿qué mejor garantía que un trabajo fijo?

No sé cómo acabará este periplo, pero sí sé cuándo: me quedan apenas unas semanas para encontrar un piso que cumpla las características que busco, convencer al casero de que yo soy el elegido para gastarme un pastón en su casa y volver a las calles que me han dado lo mejor de esta ciudad.

jueves, 25 de julio de 2013

¡Y en billetes de cinco! (parte 2)

Los más viejos del lugar conocerán mi pasión por los billetes de cinco euros, pasión que ya creía superada (aquí es cuando sonreís forzadamente mientras apretáis el botón de alarma de debajo de la mesa, sin que os vea, mientras decís: "Claro, claro").

El caso es que el rediseño de estos billetes ha despertado de nuevo la bestia acaparadora, el kraken diogénico, el priapismo posesivo que llevo dentro. Es lo que tienen las pasiones, que no las puedes dominar aunque quieras.


En esta ocasión, he conseguido juntar en mi cartera 18 billetes de cinco leuros nuevos. ¡Nuevo récord! (Aquí es cuando apretáis repetidamente de nuevo el botón, porque los de seguridad parece que no llegan). Como curiosidad petarda, si miráis al trasluz estos billetes, se os aparecerá el mismísimo Ecce Homo de Borja (Zaragoza). ¡Busca tu billete YA!

Corolario totalmente prescindible pero que esconde una crítica social muy velada y personal: Tengo más pasta en mi mano ahora mismo, que en mi cuenta corriente.

jueves, 20 de junio de 2013

Escher en Madrid

Esta semana se ha cumplido el 115 aniversario del nacimiento de M. C. Escher, el cósmico, armónico y fractálico artista de los mundos imaginarios e imposibles, planteados casi más como juegos visuales que como obras artísticas.

Aprovecho la ocasión para poner una foto que lleva tres años esperando su momento bloguero: esta fachada de un edificio de Madrid, inspirada en una de sus obras:


Como huevo de pascua, y de entre los cientos de cosas que hay sobre él en la web, os dejo este corto inspirado en una de sus obras, y esta vista 360 de un espacio escheriano.

martes, 18 de junio de 2013

Museo de Música Étnica

Barranda es un pueblo de la Murcia profunda que no llega a los 1.000 habitantes. Ni siquiera tiene ayuntamiento propio. Tendrá unos veinte restaurantes, calculo yo. Y tiene una calle que se llama "Calle Carril". Pero Barranda esconde uno de los tesoros más impresionantes de España, y pondría la mano en el fuego que también de toda Europa: el Museo de Música Étnica.


Su artífice es Carlos Blanco Fadol, cuyo nombre ya esconde varias notas musicales entre sus letras. Carlos es una mezcla entre musicólogo y aventurero que ha podido indagar entre las civilizaciones más remotas para hacerse con un patrimonio cultural único. Él, con su apariencia tímida y su voz pausada, habla con pasión de sus viajes. También es capaz de hacer sonar un gamelán indonesio o un charango boliviano, y él mismo crea ingeniosos instrumentos musicales, como la torre Illimani (el monte sagrado de Bolivia, que pude conocer in situ hace un par de años).

El museo es una experiencia interactiva. Si no está muy concurrido en el momento de nuestra visita, puede que nos hagan una demostración práctica, desde percusiones cuya finalidad era anunciar un nacimiento en una tribu (el kulkul), hasta lo puramente melódico. Incluso hay algunos, como la gigantesca percusión que veis al fondo de la foto superior, que no se recomiendan tocar delante de embarazadas.

Hay otros instrumentos con finalidad funeraria, como esta guitarra de cruz de México (muy "Abierto hasta el amanecer", ¿no?)


El museo, además, es dinámico. La colección de Carlos Blanco es tan inmensa que muchos de los instrumentos están guardados en un almacén, y de vez en cuando salen a la luz para sustituir a otras piezas. La experiencia que nos llevamos, por tanto, puede ser diferente en cada visita.

Existen instrumentos hechos con partes de animales, de formas y funciones extrañas...


...y también instrumentos hechos con huesos humanos, relacionados con diversos ritos y leyendas:


Incluso hay instrumentos sorprendentes, como esta botella de anís y un clavo, típico de España:


Este museo es una visita obligada, compatible incluso con niños. Tiene la grandeza de los museos capitalinos, y la cercanía (¡y el precio!) de los museos de los pueblos. Y todo esto, arropado por un carismático hombre, apasionado de la música y los viajes, que eligió este pueblo para montar uno de los museos más impresionantes que he podido visitar jamás.

domingo, 2 de junio de 2013

A cuatro manos

Hacía tiempo que el cuerpo me pedía un buen concierto de rap. Cuando me enteré de que Loren, uno de mis artistas favoritos y estandarte del feudo santboiano, venía a Madrid, no me lo pensé. Yo tenía que estar ahí.

Lo que me encontré fue un concierto a cuatro manos. Las cuatro manos de cuatro artistas (más sus MCs y DJs acompañantes) que bordaron una noche de rap que colmó todas mis expectativas.


Primera mano: Garzía. Abrir un concierto donde compartes cartel con varios artistas no es nada fácil, y a ella le tocó la papeleta de calentar a un perezoso público que estaba cambiando una soleada tarde por un sótano a primerísima hora de la tarde, socializando y pidiéndose botellines. Lo cierto es que Garzía lo hizo muy bien. No la conocía y lo que he seguido escuchando de ella tiene muy buena pinta. Aquí podéis escucharla más.


Segunda mano: Larah Femina. A ella sí la conocía ligeramente, por su vinculación con Nunca Piso Freno y Roy Mercurio, cuya presencia en la sala fue discretísima hasta que subió a quemar el escenario con un tema. Ahí me reafirmé en mi promesa de verle en cuanto dé un bolo exclusivo. Larah rapeó con Sator Sánchez, y tuvieron varios momentos espectaculares. Aquí podéis escuchar su disco.


Tercera mano: Ranaman. Tampoco le conocía, y tengo la certeza de que era por culpa mía, porque no me explico cómo alguien tan bueno no haya llegado a mis oídos: algo he hecho mal últimamente con el rap. Ranaman es contundente, divertido y alguien con quien te irías de cañas sin pensarlo. Aquí podéis escuchar su último disco.


Cuarta mano: Loren. Por fin le veía en concierto. Acompañado de su inseparable Cansi Natra (otro al que le tenía ganas) y por DJ Xino, fui a verle para comprobar si ese virtuosismo vocal que exhibe en sus discos es real. Y vaya si lo es, incluso con la voz tocada como la tenía. Una vez que en el disco se han fraguado los mensajes, en el directo juega con la voz y la compenetración para dar lo mejor de sí. Aquí tenéis un trabajo anterior (por cierto, qué feliz me hizo escuchar en el concierto una estrofa de "Por entonces").

Bonus hand: Isusko, viviendo el concierto entre el público, levantándonos y coreando como el que más. Al final subió al escenario en un par de temas con Loren (aquí os dejo un vídeo que grabé) y me dejó con ganas de más, ahora que Isusko & SBRV sacan disco.

Si tengo que sacar alguna pega al concierto fue precisamente el público que, pese a que había buen rollo, no acabaron de llenar lo que debía haber sido una sala en la que no cupiese un alfiler. Era un conciertazo que merecía un lleno absoluto y Madrid se durmió en los laureles. Que no vuleva a suceder. Queremos mucho más ruido.

lunes, 27 de mayo de 2013

Llena la luna

Mi primera foto de la luna llena del pasado viernes-sábado. Sin filtros ni retoques. Solo lentes.

viernes, 17 de mayo de 2013

Siempre se llega. Pero a otra parte.


Buscar una cosa
es siempre encontrar otra.

Así, para hallar algo,
hay que buscar lo que no es.

Buscar al pájaro para encontrar a la rosa,
buscar el amor para hallar el exilio,
buscar la nada para descubrir un hombre,
ir hacia atrás para ir hacia delante.

La clave del camino,
más que en sus bifurcaciones,
su sospechoso comienzo
o su dudoso final,
está en el cáustico humor
de su doble sentido.

Siempre se llega,
pero a otra parte.

Todo pasa.
Pero a la inversa.

(Roberto Juarroz, 1925-1995)

______

Para esas madres. No os rindáis.

domingo, 7 de abril de 2013

Inflación emocional / La favela del amor

En economía, se conoce por inflación al incremento de los precios de bienes y servicios respecto al valor de la moneda del país. Es decir, cuando una misma cosa te cuesta más dinero hoy que ayer.

No voy a hablar de economía (más que nada porque no entiendo mucho del tema), pero lo de "inflación económica" me sirve para extrapolarlo al ámbito emocional. Todo es una cuestión de oferta y demanda.



La inflación emocional es esa variable que nos hace tener que dar cada vez más para obtener lo mismo que obteníamos antes. Al igual que la inflación económica, la inflación emocional aumenta de forma natural con el tiempo. Con nuestros primeros amores adolescentes, basta recibir un beso para entregarle a la otra persona nuestro corazón, y viceversa.

Al hacerse uno mayor, y por tanto al incrementar la experiencia, ya no basta un beso para que la otra persona se rinda a nosotros. La inflación emocional hace que las necesidades de cada uno aumenten para ser correspondidos. Cada vez tienes que entregar más y más para recibir el cariño esperado.

¿Cómo soluciona la inflación económica un país? De entre las posibles soluciones, la más común y lógica es reducir la demanda, lo que en el ámbito emocional equivaldría a "bajar el listón". Y es aquí donde llegamos a otro concepto: la favela del amor.

(Foto de silencioseviaja.com)

La favela del amor: ese vertedero donde rebuscamos entre mugre y cartones para conseguir algo que nos satisfaga mínimamente. En la favela del amor nada es lo que parece. Los beneficios llegan rápido, pero el precio a pagar a veces es muy alto. Coreografías de sonrisas estudiadas, invitaciones de cubatas, frases efectivas... Todo vale para obtener placer barato, hasta que algún día el sistema vuelva a repuntar y podamos salir de ahí.

Un lugar terrible, la favela del amor. Pequeñas muertes que juntas hacen una gran y definitiva muerte. El vacío. La supresión de la identidad. Estuve allí hace tiempo y prometí que no volvería jamás. Prefiero, de lejos, una elevada inflación emocional que cumpla mis demandas, independientemente de la oferta.

martes, 5 de marzo de 2013

Gente congelada

Haberme ido de Murcia ha tenido innumerables ventajas. Aquí en Madrid he vivido experiencias que muy probablemente nunca hubiera podido conocer en mi ciudad natal. Allí tenía mis amigos, y los dejé en un punto de sus vidas en que casi todos estaban penetrando en el mercado laboral y empezando a salir con sus parejas definitivas.

Cuando vuelvo allí, sucede que a veces me encuentro por la calle a alguno de ellos. En diez años, quien más, quien menos, todos han evolucionado hacia una vida adulta: sus hipotecas, sus parejas (ya cónyuges), sus hijos, sus trabajos... Siempre me sorprende ver cuánto han cambiado sus vidas.


Ahí me doy cuenta de que estos amigos estaban congelados en mi memoria. El tiempo ha pasado, y cuando he pensado en ellos durante estos años, lo he hecho en base a cómo eran cuando me fui. Uno conoce la vida de los demás interpolando dos o tres referencias, como cuando te duermes a mitad de una película y te despiertas justo antes del final y no tienes ni idea de cómo han llegado esos personajes ahí.

Soy consciente de que he elegido una vida de mucha incertidumbre, que a duras penas entra con calzador en la vida que aprendimos de pequeños. Sé que yo también estoy evolucionando, pero también mis amigos, al encontrarme por las calles de Murcia, me preguntan si sigo siendo aquel chico que vivía por y para el teatro. No, amigos, ya no soy aquel. ¿Sabéis quién soy? Soy, somos, gente congelada en la memoria de los otros, simplemente.

lunes, 21 de enero de 2013

Por fin en casa

Desde que cumplí 10 años en Madrid (e incluso antes), le debía este vídeo a la blogosfera. Gracias, Madrid.

martes, 15 de enero de 2013

La canción de nuestra vida

Seguramente a muchos os sonará esta situación: haces un recorrido habitual por la calle y llevas música puesta en tu reproductor portátil. Sabes cuánto dura la canción, y sabes cuánto tardas en recorrer ese trayecto hasta tu destino.


Conoces a la perfección cada compás, y comienzas a sincronizar tus pasos al ritmo. Es más, has elegido esa canción en concreto, y no otra, porque sabes que justo cuando llegues a tu destino, esa canción va a finalizar. Te apetece llegar a tu destino en el preciso momento en que la canción termina. Es una pequeña forma de dominación del tiempo.

Ahora bien, ¿y si hubiera una canción superior que marca todos nuestros pasos, desde que nacemos, hasta que morimos? ¿Y si ya la estamos escuchando mientras caminamos por ese trayecto que llamamos vida?

miércoles, 2 de enero de 2013

Haz balance del día. Hazlo.

¡Hola a todos y feliz año nuevo!

Durante 2012 hice un experimento que escuché por primera vez a un amigo: tomar una hoja con un calendario del año y colorear cada día en función del estado de ánimo. Había tres colores: el naranja para los días buenos, el morado para los días malos, y el gris para días muy malos (fallecimientos, accidentes, enfermedad... en fin, aquellas cosas en las que no queremos ni pensar). Los días normales también son considerados días buenos (porque cuanto más mayor te haces, eso de "no news, good news" se hace más presente).

El criterio era: "¿con qué sensación me acuesto hoy?", y este ha sido mi año 2012:


Las principales conclusiones que saco son:

  • No ha habido días grises. Eso ya hace que sea un buen año.
  • De los 366 días del año, 70 han sido malos y 296 buenos. Eso supone un 19% de días malos del año, es decir, menos de 6 días malos al mes.
  • El periodo más largo de días buenos ininterrumpidos fue desde el 3 de agosto hasta el 5 de septiembre, más de un mes.
  • El periodo más largo de días malos fue justo después, desde el 6 hasta el 8 de septiembre, apenas 3 días.
  • El mes con más días malos ha sido enero, probablemente por el proceso de readaptación, recién llegado a España desde mi viaje por Latinoamérica de 2011.
  • El día de la semana con más días malos ha sido el domingo, con 14 días malos. Después el lunes, con 13 días malos, y luego el sábado, con 11. Este dato es bastante llamativo: los fines de semana no son mis días favoritos, ni cuando he estado parado, ni cuando he trabajado.

Otros datos que el calendario no revela, pero que yo sí que soy capaz de interpretar son:

  • Mi vida ya no se rige por la "regla de los 9 meses". Cada nueve meses experimentaba cambios importantes, y este año no se ha cumplido. En consecuencia, ya empiezo a ver mi vida como una línea continua más amplia.
  • He conseguido cumplir todos los objetivos que me marqué para el año, algunos de ellos realmente ambiciosos, a la par que sencillos.
  • El 14 de febrero sigue siendo un día importante. En este año me despidieron de un currele que tuve durante unos días en el mismo momento en que abría "Picor Cerebral". :o)
En conclusión, 2012 ha sido un muy buen año. La clave ha sido hacer balance del día cada noche al acostarme, evitando juzgar los hechos (solo observándolos) y siendo objetivo, sincero... y disciplinado para llevar al día este calendario.